Brasil. Treinta años después.

Tiempo Argentino


   OPINA
Ricardo Romero


OPINIÓN
Ricardo Romero
El 15 de marzo de 1985, comenzaba el cierre de un ciclo de dos décadas de gobiernos militares, “elegidos” de una terna propuesta a un parlamento compuesto por un partido oficial ARENA (Alianza Renovadora Nacional) y una oposición legal –ya que la izquierda estaba proscripta– el Movimiento Democrático Brasileño, el actual PMDB.
Esta fuerza liderada por Tancredo Neves, un legendario líder del laborismo varguista, lograría canalizar los reclamos populares de las movilizaciones de 1984 que exigían el fin de la elección indirecta que imponía al representante militar y el establecimiento de un voto directo al presidente de la República. Neves sería electo por el mecanismo vigente, pero tras su muerte antes de asumir, José Sarney, su vice, sería el encargado de convocar a una Constituyente para consagrar una nueva República en 1988.
Recién en 1989, por primera vez en la historia, la ciudadanía brasileña eligió al presidente en forma directa y con sufragio universal (hasta ese entonces no votaban los analfabetos). De esa elección saldría electo Fernando Collor de Mello, quien sería destituido por un Impeachment en 1992, tras fuertes movilizaciones de la juventud contra la corrupción de su gobierno.
Tras treinta años de aquel 15 de marzo, en las calles de Brasil se vieron manifestantes que impulsan la destitución de la actual mandataria Dilma Rousseff, que tuvo de antesala 48 horas antes otra marcha en defensa de Petrobras. Diferenciar ambas marchas es un punto crucial para comprender la disputa política en Brasil, que está centrada en la renta  de un país devenido en petrolero.
Las movilizaciones de junio de 2013 lograron derivar esos recursos a salud y educación. Sin embargo, ahora la derecha se monta en las denuncias de corrupción para propiciar la privatización de la empresa, o sea la apropiación privada de sus ganancias, para eso necesita cambiar al gobierno.
En una nota de Tiempo del 31 de diciembre de 2010 se remarcaba la importancia del vicepresidente Michel Temer, representante del PMDB –organización que mantiene un peso territorial heredado de su lucha durante la dictadura y es garante de gobernabilidad de cualquier gestión–. Esta variable se torna crucial, en tanto que la Rede Globo es la principal impulsora del Impeachement a Dilma, a tal punto que la Folha de San Pablo titula que este gobierno tiene los días contados.
Sin embargo, la denuncia a más de 50 personas, entre 40 parlamentarios de distinto nivel, complejiza el escenario, tanto para la gobernabilidad del PT (Partido dos Trabalhadores) como para cualquier armado alternativo, más cuando el PMDB está dentro del esquema de corrupción y la oposición de los tucanos del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña) también está comprometida, lo que dificulta una propuesta destituyente. En definitiva, la democracia brasileña cruje esperando encontrar su camino, treinta años después…


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