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Brasil: Hacia octubre. Elecciones municipales 2012.




Brasil: Hacia octubre. Elecciones municipales 2012. Por Ricardo Romero

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Por Ricardo Romero*
Camino a las elecciones del próximo 7 de octubre, donde unos 5200 gobiernos locales renovaran sus mandatos, Dilma Rousseff se apresta a enfrentar una contienda que marcará la nueva configuración de fuerzas, tanto de oficialismo como de la oposición, y abrirán paso a su posible reelección. Un gobierno que tuvo el desafío de continuar las transformaciones estructurales que realizó el gobierno de Lula enfrentando un escenario internacional adverso, logró establecer una agenda propia y ahora podrá plasmar esos resultados en el terreno electoral. Presentamos aquí un recorrido histórico y un balance del gobierno de Dilma Rousseff a fin de analizar las perspectivas electorales.
Herencia de Lula. Para realizar un análisis de la política brasileña es recomendable no restringirse a las tendencias de las encuestas o los titulares de los diarios. Por el contrario, es recomendable comprender las transformaciones estructurales en la formación histórica y social del país y las relaciones políticas que derivan de la misma. En tal sentido, Brasil tiene componentes específicos que pueden rastrearse desde los inicios mismos de su conformación como Estado. La forma de colonización, que derivó en el modelo esclavista, punto central para ver su composición social actual; su forma de independencia, realizada por los mismos colonizadores portugueses; el establecimiento de una república de coroneles sin democracia; una industrialización promovida por un populismo incipiente que derivó en un desarrollismo excluyente, donde si bien Brasil realizó su milagro económico, gran parte de la población quedó sumida en la pobreza.
Esta transformación que generó la dictadura militar brasileña tuvo un impacto económico, social y político. Los militares desarrollaron Planes de Industrialización que dieron un fuerte parque industrial a San Pablo y consolidaron una industria pesada. A su vez, de ese proceso derivó la formación de nuevos sujetos sociales, como la concentración obrera centrada en el Abcd paulista, los campesinos que luchan por la tierra en el extenso territorio, los estudiantes secundarios producto del baby boom de crecimiento poblacional, junto a nuevas expresiones sociales, como el feminismo, el indigenismo o la reivindicación afrodescendiente; que devienen en dinámicos movimientos sociales. Además, esa expresión social impulsó la formación de partidos políticos con nuevas bases sociales y programáticas.
En ese marco, el Partido dos Trabalhadores surge, desde las huelgas metalúrgicas en los años ’80, integrando las reivindicaciones de democratización del pueblo brasileño con el movimiento obrero (2 millones concentrados en el ABCD). La campaña Directas Ya! y la sanción de la Constitución consolidaron las instituciones de una república con bases Democráticas, centradas en la participación, que permitieron al PT ir generando una propuesta para enfrentar y revertir la tendencia neoliberal de los noventa.
De esta manera, fue acrecentando su bancada parlamentaria, ganando intendencias, gobernando estados provinciales, hasta llegar a la presidencia con Lula. Paso a paso, generó prácticas de participación ciudadana, economía social, conquista de derechos y, siempre, propuestas latinoamericanistas, que constituyen su propio acervo histórico de lucha popular.
Una crítica de izquierda que sigue el manual, seguramente ve continuidades en las políticas macroeconómicas, en relación al pago de deuda, el libre comercio o la autonomía del Banco Central. Sin embargo, al ver las políticas sociales no podemos soslayar el proceso de ciudadanización que implica la gestiónLula.
Unas 30 millones de personas viven de la Bolsa Familiar. Además, impulsó el crecimiento y extensión del sistema educativo, abriendo nuevas universidades y estableciendo cupos sociales por identidades, ampliando el acceso a sectores excluidos, acompañados por secretarías especiales como la de la Mujer y la de Igualdad Racial, que afirman el compromiso igualitario del gobierno nacional.
Incluso los enredos de corrupción que tuvo el gobierno deLuladerivaron en una reconfiguración interna del PT, donde los sectores de izquierda desplazaron al desarrollismo encarnado en Dirceu y Genonino, que era hegemónico en los primeros años del gobierno de Lula, y lograron establecer una agenda que colocó a Dilma Rousseff como la candidata a la presidencia.
Y éste es un dato importante, porque mientras los medios tratan de engrandecer aLula, no se analiza que esta nueva etapa consolida un proyecto que va más allá de una figura y coloca en agenda la profundización de las transformaciones, algo que muchos no quieren, y es con ese desafío que Brasil encara su historia en la figura de Dilma.
El gobierno de Dilma. Una militante que tuvo su nacer político en el movimiento estudiantil de Porto Alegre durante las movilizaciones del ’68 brasileño, luego de formar parte de una organización armada, se enrolaría en las filas del PDT, el partido del legendario Leonel Brizola, por el cual ocuparía un lugar en el gabinete de Olivio Dutra en la coalición que gobernó Rio Grande do Sul entre 1998 y 2002.
Su desempeño la llevaría a formar parte del gobierno de Lula, esta vez afiliada al PT, luego de la crisis de la “mensualidad” (los sobornos en el Parlamento), que generó el desplazamiento de José Dirceu de la Casa Civil. A partir de ahí Dilma se transformaría en una figura clave de la gestión de Lula. Ese mismo proceso cambió la composición interna del PT y los sectores de izquierda contrapusieron a Dilma como candidata frente a las propuestas del ala desarrollista del PT, que apuntalaban a Marta Suplicy, o a Tarso Genro.
El desafío mayor que tuvo Dilma fue instalarse nacionalmente y lograr que Lula traslade el peso de adhesión popular a su candidatura y, posteriormente, a su gobierno. Así, pudo comandar al gigante de Brasil, una economía que, en plena crisis internacional, hoy se ubica en el sexto lugar del mundo –desplazando nada menos que a Gran Bretaña–. Además, logró sobrellevar las renuncias de sus ministros y contar con un 72% de apoyo popular, al mostrarse con firmeza contra la corrupción, según una encuesta de Ibope. Logra, así, salirse de la sombra de su predecesor, el ex presidente Luiz Inácio Lula Da Silva, incluso en el plano internacional, donde destacó en el G-20 y consolidó su relación con los países de la CELAC y los BRICS.
Cabe destacar que la noticia divulgada por el Centro de Investigaciones Económicas y de la Empresa (CEBR), con sede en Londres, que afirma que Brasil desplazó al Reino Unido como sexta economía del mundo (quedando detrás de Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia) cayó muy bien en el gobierno brasileño. Al respecto, Dilma Rousseff afirmó que la comunidad internacional observa a Brasil con “respeto y confianza”, a la vez que su ministro de economía Guido Mantenga proyectó al país en el quinto lugar para 2015.
Y es que si bien el crecimiento de 2011 fue menor al año anterior, la crisis que atraviesa Europa, que rezaga su economía, junto con la demanda de China y otros países asiáticos, catapultaron a Brasil al nuevo lugar en el ranking global. Incluso el director del Cebr, Douglas McWilliams, sostiene que el mapa está cambiando, donde naciones productoras de materias primas crecen y Europa retrocede por lo que también Francia y Alemania irán, progresivamente, reduciendo su influencia.
Sin embargo, Brasil está lejos de alcanzar los niveles de PBI per cápita de la eurozona, los 8.500 dólares anuales por brasileño están por debajo de la media de 16 mil dólares anuales de PBI por habitante europeo. Además, en lo que refiere a distribución, mientras presenta un Gini (índice de desigualdad) de 51, los países como Alemania y Francia rondan en 22 (aunque no tendría nada que envidiarle a Estados Unidos con 45). En este tema, el ministro de Hacienda, Guido Mantega, estima que a Brasil le costará entre 10 y 20 años alcanzar los niveles de vida europeos.
Y hacia ese camino va Brasil, según Dilma Rousseff, quien consideró que hay motivos para ver un 2012 “con gran optimismo, con la seguridad de que Brasil continuará creciendo con estabilidad y disminuyendo la desigualdad, en un ambiente de pujante democracia”. Además, aseveró: “Trabajamos mucho este año para hacer de Brasil un país cada vez mejor y más justo. Vamos a trabajar aún más en 2012 para continuar avanzando”. De hecho, para 2012, Dilma Rousseff se propone erradicar la indigencia. Así como su antecesor logró sacar a 28 millones de brasileños de la pobreza, el gobierno brasileño se propone incorporar al consumo a 16 millones de personas que hoy padecen la extrema exclusión.
Y esto explica en parte su alta popularidad, que si bien tiene un perfil más gerencial y menos político o carismático, su inflexible accionar frente a los hechos de corrupción le hace recuperar inserción en los sectores medios, franja social donde Lula había perdido apoyo, y le da nuevas perspectivas electorales, tal como lo comenta el analista Ricardo Ribeiro, quien afirma: “Su estilo más duro, de gerente, que da esa imagen de dama de hierro que enfrenta la corrupción, está agradando a la clase media tradicional”. Cabe destacar que Ipea (Instituto de Pesquisa en Economía Aplicada) presentó un informe sobre la percepción de la pobreza, donde los brasileños de sectores medios sostienen que la corrupción es la principal causa de la desigualdad.
Incluso, en el plano internacional, donde muchos analistas visoraban un bajo perfil para Rousseff, los pronósticos fueron erróneos. Si bien el ex presidente Lula tenía mayor afinidad en ese marco, la actual mandataria no perdió protagonismo global. Además de consolidar relaciones con sus pares latinoamericanos, en los tres anillos de integración (Mercosur, UNASUR y CELAC), propició acuerdos y estrategias con los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que tuvieron importante repercusión en el G-20, especialmente en el debate sobre el rescate de la eurozona, donde Brasil se opuso a financiar un fondo y afirmó el apuntalamiento del FMI como medio de solventar no sólo la crisis europea, sino un esquema mundial.
Además, si se observa a los ministros que han dimitido (el jefe del Gabinete Civil de la Presidencia, Antonio Palocci, y los de Transportes, Alfredo Nascimento; Agricultura, Wagner Rossi; Turismo, Pedro Novaes; Deportes, Orlando Silva, y Trabajo, Carlos Lupi), en su mayoría provienen de la gestión Lula. En este sentido, se estima que próximamente, cuando vuelva de sus vacaciones, Dilma Rousseff planea un recambio de gabinete que le daría un perfil propio al gobierno. Hasta en detalles se diferencia: a modo de ejemplo, ejecutó un 37,7% menos los gastos reservados, algo que destacó Renata Lo Prete para UOL y Folha. Así, de frente al 2012, Dilma encara las elecciones municipales con un caudal político que le permitirá reorganizar los disensos que provocó un año sin contiendas electorales.
Elecciones de Octubre. Con su batallón de candidatos, Dilma Rousseff se presta a enfrentar la contienda por los municipios brasileños, donde si bien las estrategias están echadas, su continuidad en el gobierno comienza a dirimirse en estas elecciones. A partir del 21 de agosto, que largan las campañas electorales, y hasta el 4 de octubre, fecha en que cierran los spots en los medios, la ciudadanía brasileña será seducida por los aspirantes a intendentes y concejales de los 5200 municipios a lo largo del país. Este periplo concluirá el 7 de octubre para los municipios pequeños y recién el 28 de ese mes, para los 83 municipios de más de 200 mil habitantes que hayan ido a segunda vuelta, especialmente metrópolis como San Pablo, Río de Janeiro, Salvador o Porto Alegre.
De cara a 2014, las elecciones de octubre serán un termómetro del gobierno de Dilma Rousseff, porque dirime el peso electoral del Partido dos Trabalhadores, su organización política. Además, redefine los acuerdos en la coalición de gobierno y posiciona, o no, a los candidatos de oposición, como el caso de José Serra, que en San Pablo, busca legitimar una nueva presentación, jugándose a una estocada de muerte política.
Este punto es crucial para el PT, por eso el expresidente Lula Da Silva puso todas las fichas en el candidato Fernando Haddad, buscando apoyos de donde sea, como el conservador Paulo Maluf, que le costó la renuncia de Luiza Erundina del Partido Socialista Brasileño, la compañera de fórmula. De hecho, el PT replica con la misma moneda en Belo Horizonte, donde no apoya a Marcio Lacerda y presenta a Patrus Ananias.
Esta situación muestra lo complejo del armado nacional, que se desgrana a nivel local. Aliados incondicionales de nivel nacional como el Partido Comunista do Brasil, si bien cerró filas en San Pablo, en Porto Alegre lleva candidatura propia -a la diputada Manuela D´Avila- y no acompaña la propuesta del PT -Adao Villaverde-, en una ciudad simbólica para esta fuerza política conocida por el mundo político internacional por ser cuna del Presupuesto Participativo y del Foro Social Mundial.
Otro aliado díscolo es el Partido Movimiento Democrático Brasileño, del mismísimo vicepresidente Michel Temer, que no sólo no se suma a la patriada en San Pablo, donde lleva a Gabriel Chalita, sino que no acompaña al PT en elecciones estratégicas a pesar de recibir el apoyo petista en Río de Janeiro. Lo cierto es que estas estrategias forman parte de situaciones locales y de pujas por la composición del gabinete de Dilma postelecciones.
Para el PT, un objetivo se concentra en acrecentar la cantidad de municipios, tal como lo viene haciendo en la última década, donde aspira superar los 700 municipios y alcanzar un nivel similar al principal partido de oposición, el Partido Social Demócrata de Brasil, que tiene unas 780 intendencias. A su vez, el PMdB busca mantener su hegemonía territorial, con más de un millar de gobiernos locales, punto crucial para reposicionarse en el gobierno.
* Politólogo UBA/UNSAM – Autor de “El Brasil de Dilma. Reflexiones desde Miradas al Sur. www.politicabrasil.com.ar
Cita: “Dilma Rousseff enfrenta una contienda electoral con sabor a reelección”.

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